viernes, 31 de julio de 2009

LA PEOR NOTA EN CUALQUIER LATITUD


En la noche sin desesperanza del 29 de julio, Cristina Pacheco intentaba reseñar en 120 minutos medio siglo realizando crónicas de vidas y tradiciones. A la manera de ecos le llegaban los recuerdos sobre rutas del rancho al pueblo y del barrio a la colonia: ahí estaban el primer encuentro con una escalera, que subió y bajó sentada; los años universitarios vistiendo el mismo suéter, la misma falda, los mismos huaraches; trabajos variopintos, entre ellos “carbonera” (persona dedicada a levantar del piso el papel carbón de los documentos); y su ingreso en los años 60 a las letras, primero transcribiendo relatos de literatos afamados en el área de Difusión Cultural de la UNAM, después como escritora.
Fue en el diario EL POPULAR donde, entre anuncios y obituarios, consiguió dos veces por semana espacio para reseñar libros editados por la UNAM; y así añadir unos pesos más a su labor secretarial. Doña Cristina se inventó el seudónimo: CROMO (por Cristina Romo Hernández, su nombre de soltera).
Una de aquellas reseñas correspondió a los ANNALES, escrito por el cónsul romano Tácito. El texto de CROMO iniciaba, según la autora, más o menos así: “Apareció el libro más reciente de Tácito”. Razón por lo cual Cristina Pacheco, con candoroso orgullo, presumió esa noche el haber escrito: “la peor nota de cualquier latitud”.

FIN

Edmundo Bastarrachea Vázquez

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